Nadie ve esto: El espantoso paso de niños venezolanos por El Darién

Vierne5 / El Darién, en la frontera entre Colombia y Panamá, es una tragedia para todo el que quiera cruzarlo, y más para los venezolanos que en estos momentos son la mayoría de los que se exponen a ese infierno tratando de llegar a un lugar mejor donde puedan comer, vivir, trabajar, obtener un poquito de dignidad.

Y los niños y niñas de Venezuela son los que sufren más esta    espantosa tragedia el gobierno niega, que el gobierno tapa, que el gobierno solapa; o, peor, que denuncia como un invento de fuerzas exteriores y nacionales que quieren hacerle daño.

Pero, según cifras de Migración Panamá, 52 mil 773 niños, niñas y adolescentes ya han cruzado la inhóspita selva del Darién en los primeros siete meses de 2023, comparado con los 10 mil 407 niños que pasaron en el mismo periodo del año pasado. Y la mayoría, por un amplísimo margen, son venezolanos.

En abundancia estos niños provienen de Venezuela, país que, se dice, está luchando por recuperarse de una de las peores crisis económicas de la historia moderna, seguido por Haití, el país más desigual de América, y Ecuador, que está experimentando niveles agudos de violencia, entre otras razones, por el incremento del narcotráfico en ese país.

«Los  niños, niñas y adolescentes abandonan sus hogares por una serie de factores, que van desde la pobreza hasta las consecuencias socioeconómicas de la pandemia de COVID-19, y el peligro de violencia relacionada con bandas criminales, pasando por los desastres naturales —que el cambio climático agrava— y la búsqueda de reunificación con sus familias”, expresó en una entrevista a la agencia alemana de noticias DW en entrevista exclusiva para DW Laurent Duvillier, jefe regional de comunicación de UNICEF para América Latina y el Caribe.

Los flujos migratorios han cambiado en los últimos años, desde el perfil del hombre joven que salía de su país en búsqueda de mejores oportunidades y medios de vida, a familias enteras desplazándose en toda la región, resalta Duvillier.

Pero muchos niños no salen con vida de la selva. «Ir con niños es un riesgo bastante bravo, no se lo deseo a nadie. ¡No pasen esa selva con niños!», le dijo a DW Marco Antonio Delahoz, venezolano de 33 años que viaja con su familia hacia Estados Unidos en el momento de la publicación de este artículo.

Va con sus dos hijos de 4 años y 22 meses de edad junto a su esposa de 26 años y un cuñado. «Vi en la selva niños muertos. Cada vez que avanzábamos podía contar los cuerpos entre niños, mujeres y ancianos que yacían dentro de carpas”, relata Delahoz, quien además contó que su esposa perdió las uñas de los pies a causa de la humedad reposada en sus botas de caucho.

Este venezolano y su familia pasaron hace menos de un mes por el tapón selvático del Darién, en donde, según relata a DW, los grupos delincuenciales cobran 150 dólares para poder dejarlos ingresar a la selva.

Tardaron 4 días en atravesar los 160 kilómetros de selva, en donde hay mucho barro, montañas empinadas que, «hacen fallar las piernas y las rodillas”, narra a DW Delahoz, mientras asegura que la peor parte es la panameña, porque el terreno es de bajada, inestable y tiene muchos deslizamientos fangosos. Allí es donde se ven los muertos, puntualiza.

Las familias que entran a la selva del Darién con niños, huyendo de la violencia y la miseria en sus países de origen, buscan coronar primero ese agreste y peligroso tramo, para luego atravesar al menos 5 países hasta llegar a la frontera méxico-estadounidense, donde casi culmina la última parte de su sueño americano: lograr pasar al país que, esperan, les dé las oportunidades que no tuvieron en los suyos.

José Antonio Rodríguez, cubano de 33 años, quien logró llegar a Estados Unidos junto a su familia, le contó a DW que vio a un padre haitiano muerto con su hija en la orilla del río que toca atravesar en la selva del Darién y que crece cada vez que llueve. Nadie los auxilió, dijo, porque es tanta la presión psicológica y el trauma que se sufre, «que lo que uno quiere es salir rápido de ahí”.

«Ese río no es hondo, pero sí muy caudaloso, por lo que se lleva adultos y niños”, cuenta con dolor Rodríguez, quien asegura que, si tuviera la ocasión jamás volvería a pasar por esa selva, pues no sólo pasó dificultades y vio gente muerta, sino que también lo robaron bandas criminales del lado panameño, en donde asegura que además violan mujeres.

Este testimonio lo corrobora Oswaldo David Cordero de 28 años, quien sobrevivió a la selva y agradece no haber tenido la plata suficiente para haber llevado consigo a su mujer y sus dos hijas de 5 y 3 años de edad, quienes se quedaron en Colombia.

«Vi niñas ahogándose con sus madres. Vi a una mamá con un bebé lactante muertos dentro de una carpa. De hecho, en una ocasión, durante una creciente del río, vi a una mamá y su niña de año y medio ahogándose y algo me dijo que tenía que ayudarlas; las logré sacar a ambas, pero casi me ahogo también”, relató a DW este joven venezolano de Barquisimeto, quien vive en Arizona, Estados Unidos desde hace unos meses.

Cordero cuenta además, que recibió un tiro en un brazo cuando iba encima del tren mexicano conocido como «La Bestia”. Sucedió en medio de un asalto de las bandas criminales que se suben a mitad de camino a intentar sacar los insumos que transporta este tren que va hasta la frontera entre México y Estados Unidos, cuando de repente comenzó una balacera. «México fue el país más duro. Es un viaje muy riesgoso para los niños, pasan hambre, vi demasiadas cosas que no le deseo a nadie”, remarca Cordero, contando cosas que nadie ve.

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