Masacre, el río que separa dolorosamente a La Española

Ramón Meneses S. / Especial para Vierne5.  Cuando Cristóbal Colón pisa tierra en el llamado Nuevo Mundo, un 5 de diciembre del año 1492, lo primero que se le ocurre es mostrar gratitud al reinado que había creído en su proyecto de cruzar los océanos para encontrar nuevos recursos que apalancaran la economía desvencijada por la que atravesaba España.

Se hizo pisatario de una isla a la que llamó La Española y desde allí comenzó todo lo que hoy conocemos como América, rica de todos los recursos inimaginables para la época.

La otrora Española es hoy un polvorín que puede explotar en cualquier momento. República Dominicana y Haití viven un desencuentro frecuente, siempre usando los sortilegios como modelo para mantenerse en acechanza. Hoy ambas naciones entran en disputa por el agua del río Masacre, que limita las tierras con una raíz común.

También azuzadas desde ambos lados están tomando posición para impedir que el agua de la vida llegue al otro lado, como si fueses una fábrica o elaboración de los gobernantes. Y el agua, que antes unía, conocida como las aguas del Dajabón, hoy se le niega a Haití para que construya un canal que permita el riego a las tierras aledañas, que ayude a combatir el hambre en tierras de Maribaroux.

Pero más allá de los que se asumen como dueños del río, está el componente político que, en lugar de buscar la paz y armonía entre la vecindad, aprovecha para separar lo poco que quedad de solidaridad entre la isla nacida de un mismo “vientre” y que sufrieron las mismas inclemencias de la esclavitud.

El gobierno de Luis Abinader, de Dominicana, cuestiona la obra señalando que desviará el agua del río y que amenaza tanto la seguridad como la soberanía de su país y que de continuar la construcción del canal “cerraría las fronteras y se levantaría de la mesa de dialogo hasta que Haití suspenda los trabajos en el canal”.

Mientras, en el gobierno de primer ministro de Haití, Ariel Henry, se rechaza el argumento de que no tiene potestad para realizar la obra, pues se dice que, “la República de Haití puede decidir soberanamente sobre la explotación de sus recursos naturales y que tomará todas las medidas necesarias para proteger los intereses del pueblo haitiano”.

Jean Brévil Weston, líder del grupo de agricultores que trabajan en el canal, fue entrevistado por una estación de radio haitiana, a la que aseguró que no se detendrían.

“Es el canal o la muerte. Estamos listos para ser enterrados junto al canal”, dijo, según la agencia de noticias AP.

Noches negras presagian tormentas en esta isla cuyo pasado está lleno de historias y de tránsito obligado de naves que rajo Colón y todos sus conmilitantes que la poblaron y por cuyo control fueron miles los que allí se enterraron. Sus habitantes están “condenados” a vivir juntos, aunque la naturaleza los separe y los políticos usen la confrontación como control social, más allá de los rituales.

  • El autor es periodista.

CNP No. 8.525. Venezolano, escritor y colaborador de diversos medios escritos.

@lasvegascojedes  

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