Vierne5. / Editorial.
Jorge Rodríguez intenta resucitar una «mesita de diálogo» para distraer de la aplastante derrota del 28-J
En lo que solo puede describirse como un ejercicio de desesperación y manipulación, Jorge Rodríguez ha convocado una nueva «mesita» de diálogo, un espectáculo montado para distraer al público de la derrota catastrófica sufrida por el régimen en las pasadas elecciones del 28 de julio. La reunión, lejos de ser un foro de auténtica negociación, parece más bien un mercado de vanidades y conveniencias políticas, un intento por «pasar la página» sin aceptar las consecuencias de un fracaso electoral humillante.
Durante este encuentro, caracterizado por un ambiente cargado de resignación y derrota, Rodríguez ha puesto sobre la mesa no propuestas de reforma o diálogo genuino, sino una serie de exigencias y amenazas veladas a los partidos minoritarios. Su pregunta directa sobre quién cumple los requisitos para mantener la legalidad de sus partidos no es más que un chantaje descarado, un recordatorio de que en la política chavista, todo se compra y se vende, incluso la dignidad y la representatividad.
Este intento de reagrupar a los restos de un chavismo fracturado no es más que una confesión de debilidad. La imagen de Jorge Rodríguez, negociando en términos de coerción más que de colaboración, revela la verdadera naturaleza de esta «mesita»: un intento patético por legitimar lo que ya es ilegítimo a los ojos de la mayoría de los venezolanos y de la comunidad internacional.
La pregunta lanzada al aire, «¿Cuántos votos creen ustedes que hay en estas fotos?», es tanto un chiste cruel como una medición del cinismo que aún permea al régimen. A estos efectos, la respuesta es clara: no suficientes para cambiar la realidad de una derrota aplastante, ni suficientes para alterar la voluntad de un pueblo que ha clamado por un cambio real y tangible.
El pueblo venezolano y observadores internacionales no deben dejarse engañar por este teatro de lo absurdo. Es crucial mantener el enfoque en los resultados legítimos del 28 de julio y en las voces que realmente representan el deseo de democracia y reforma en el país. La «mesita» de Rodríguez no es más que una distracción, un intento vano de salvar lo insalvable.
En resumen, mientras Jorge Rodríguez y su círculo intentan reescribir la historia, la verdadera narrativa ya ha sido escrita por millones de venezolanos que votaron por un cambio. A ellos pertenece el futuro de Venezuela, no a los actores de una tragedia política que se niegan a dejar el escenario.