Vierne5. / Editorial.
Desde aquí vemos cómo Nicolás Maduro se esfuerza por tender una mano anticipada a quien resulte elegido presidente o presidenta de Estados Unidos. Su mensaje: olvídense de lo que pasó en el 28-J y abramos un “nuevo capítulo” para Venezuela.
Nos da la impresión de que Maduro está pidiendo cacao anticipado a quien se instale en el Despacho Oval en enero. Habla de entendimiento, de diálogo, de “conversar con quien gane las elecciones en Estados Unidos”. Pero su intención va mucho más allá de una simple invitación a dialogar. Maduro, que se sabe parado sobre un piso resbaladizo tras el escándalo del 28-J, donde perdió por más de cuatro millones de votos frente a Edmundo González Urrutia, lanza una clara súplica a Kamala Harris y a Donald Trump para que ignoren el “detallito” de su arrebato electoral y miren hacia otro lado.
Porque no es que Maduro desee negociar una transición pacífica en Venezuela; nada más lejos de su mente. En lugar de buscar un camino para restaurar la voluntad popular, lo que realmente quiere es que el próximo presidente estadounidense le haga el favor de borrar la fecha del 28-J del calendario, como si ese abrumador rechazo popular nunca hubiera ocurrido. Él prefiere que se abra un capítulo en el que no existan presos políticos, ni persecuciones, ni ciudadanos huyendo del país. Un capítulo donde “Venezuela se arregló” mágicamente.
Maduro y su Estrategia de Olvido
Maduro está dispuesto a todo para lograr que este mensaje llegue a Washington. No le importa dar señales de “buena voluntad” y promesas de apertura si eso le ayuda a mantenerse en el poder. No sería extraño verlo enviar emisarios en secreto a negociar acuerdos o lanzar señuelos diplomáticos para cautivar al próximo presidente estadounidense. En sus cartas seguramente incluirá promesas sobre los rehenes estadounidenses en Venezuela y ofrecerá cooperación en temas migratorios, entre otros puntos estratégicos. Cualquier cosa, con tal de enterrar la verdad del 28-J.
Un Capítulo que No Podemos Permitir que Se Cierre
Desde esta tribuna, debemos decirlo claro: la tragedia venezolana no puede quedar olvidada ni bajo la excusa de un “nuevo capítulo” de diplomacia. La comunidad internacional, especialmente Estados Unidos, debe recordar que en Venezuela persiste una lucha por la democracia y los derechos humanos. Si Estados Unidos, con un nuevo liderazgo, decide pasar la página y mirar hacia otro lado, entonces se convertirá en cómplice de la represión que miles de venezolanos padecen día a día.
Para Maduro, un acuerdo con Washington significa una oportunidad de consolidarse en el poder. Para los venezolanos, sin embargo, esa consolidación es el equivalente a una sentencia de impunidad para los responsables de las violaciones de derechos humanos y de la crisis que han vivido por años. Desde aquí, enviamos nuestro propio mensaje a Washington: no permitan que las atrocidades del 28-J se queden impunes. No olviden el clamor de un país que pide justicia y libertad.
Victor Julio Escalona
Editor.