Perú en medio de 2 tormentas / Caryl J. Els / Especial para Vierne5

Vierne5 / Caryl J. Els. Kralendijk, marzo 20. Una nación con inmensos recursos humanos, materiales y económicos, como lo es Perú, vive en estos días dos tragedias que tienen impacto en toda la población.

Por un lado está el desbarajuste político causado por un presidente electo que se planteó como misión desarticular al Estado en sus estructuras más sensibles mediante un golpe para desmembrarlo, colocando todo el poder en sus manos y, por el otro, la crisis que la naturaleza impone, tiene de rodillas a la mayoría de los habitantes, que sufren los daños causados por esta dualidad de eventos.

A cien días del deslave político en Perú, causado por la aviesa intención del presidente Pedro Castillo, al tratar de dar un golpe de Estado, sus instituciones lucen más frágiles y comprometidas con la inseguridad en todos los niveles.

La sucesora, por derecho constitucional, Dina Boluarte, proviene de la misma estructura que la izquierda montó en el país, por lo que, es obvio, tiene intereses compartidos con el depuesto presidente que, aunque se quiera negar, tienen en común, orígenes e intenciones.

Hoy Castillo, estando preso, tiene una agenda internacional que le ha llevado a lograr pronunciamientos de varios gobiernos de la región, exigiendo su liberación, como son los casos de México, Colombia, Brasil y Venezuela. La izquierda mueve sus tentáculos y la fuerza que tienen en los organismos internacionales, y estos se hacen eco de las exigencias de Castillo.

En contraste, el mutismo de los llamados a defender la democracia en la región, juega a favor de los movimientos de la izquierda radical, como es el caso de Sendero Luminoso, que toma cuerpo en el sur de la nación del Altiplano y ha causado varios enfrentamientos contra las fuerzas del orden público, con saldo de varios muertos.

La otra tempestad, causada por el ciclón Yaku, tiene en vilo a todos los pobladores y ha cobrado su cuota de muertos y desaparecidos, cuya cifra supera los 60. Sin pausa, las aguas bajan desde todas las alturas, arrasando a su paso viviendas, sembradíos y seres humanos.

La tempestad no asoma calma, más por el contrario, en opinión de los expertos en meteorología, hay probabilidades de tener en la puerta al “Fenómeno El Niño”, pues el comportamiento de los vientos que se están manifestando en el Pacífico, así lo presagian.

Mientras todo esto sucede en Perú, con un gobierno que cumple 100 días de gestión con saldo rojo creciente, la solidaridad de sus vecinos es muy poca, como si esta ola de “calor”, compromete únicamente a los peruanos.

No ha habido una sola resolución de la OEA y demás organismos internacionales ante las dos tragedias. La población pobre, que es la que más sufre y paga las improvisaciones, sigue aportando su cuota de muertos, mientras que la solidaridad de las naciones vecinas “mira” para otro lado.

El llamado es a poner el foco en los problemas de la humanidad, como parte de la solidaridad cristiana, porque más allá de las parcelas ideológicas, está el sentido de la otredad, pues las heridas, muertes y daños de nuestros vecinos, deberían tener respuestas de los que dicen estar comprometidos con el bien común.

No podemos mirar los astros mientras los vecinos caen ante el atropello de los zafios, por un lado y, por el otro, decenas de muertos se producen ante el atropello de la naturaleza, que en muchos casos, también son muertos por la incapacidad de los malos políticos.

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