Vierne5./ La Voz Del Lector.
Tarek William Saab, Elvis Amoroso y sus semejantes, parte de las «miasmas» que mantienen enferma a Venezuela, buscan perpetuarse en cargos clave para seguir desangrando al país.

Venezuela vive una tragedia prolongada, y como lo señaló monseñor Pérez Lavado en su homilía en la Bajada de la Chinita, son las “miasmas” las que mantienen al país sumido en una crisis moral y ética que parece no tener fin. Entre esas miasmas, nombres como los de Tarek William Saab y Elvis Amoroso destacan, figuras enquistadas en el poder que han dejado una estela de corrupción, impunidad y destrucción institucional. Estos personajes, lejos de satisfacer su avaricia, parecen decididos a seguir exprimiendo a la nación y a profundizar la demolición de lo que queda del Estado venezolano.

Con una Asamblea Nacional en manos del oficialismo, los cargos de fiscal general y contralor general están por definirse, y no es casualidad que Saab y Amoroso intenten asegurarse de continuar al frente de esas instituciones. Estos cargos, que deberían garantizar justicia y proteger los recursos del país, han sido transformados en trincheras desde donde se protege la corrupción y se perpetúa la impunidad.
Es evidente que Saab y Amoroso desean seguir en el poder porque en sus funciones actuales han servido no al pueblo, sino al régimen. Tarek William Saab, en su papel como fiscal general, ha ignorado las violaciones de derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad que han sido documentados en Venezuela. Bajo su mandato, no se ha juzgado a ningún responsable de estos abusos, a pesar de los miles de venezolanos que han sido víctimas de represión, tortura y asesinato.
Por su parte, Elvis Amoroso, como contralor, no fue más que un testigo silencioso —si no cómplice— del saqueo sistemático del tesoro nacional. Durante su gestión, grandes sumas de dinero desaparecieron, el país fue despojado de sus recursos y figuras como Tareck El Aissami actuaron impunemente bajo su «vigilancia». Amoroso, en lugar de impedir el saqueo, permitió que la corrupción floreciera en las narices de todos los venezolanos.
Pero estos dos personajes son apenas subalternos del verdadero jefe de la banda, el que fue derrotado en las urnas el 28 de julio y que, recientemente, sufrió una humillación internacional en Kazán. Maduro, con sus ataques directos a Lula y las maniobras de sus fieles como Saab, demuestra que no ha superado el golpe. Esa herida, que el régimen intenta ocultar, es una muestra de la fragilidad de un sistema corrupto y moribundo que, sin embargo, no se rinde.
Maduro es responsable no solo de los actos de Saab y Amoroso, sino de lo que estos cargos representan. El poder de designar a los responsables de fiscalizar y juzgar ha sido convertido en una herramienta para asegurar la impunidad y castigar a quienes disienten. Y, como siempre, Maduro será responsable también de los próximos en la línea de sucesión, de los designados a dedo para proteger el sistema podrido en el que se sostiene.
A pesar de la oscuridad que parece envolverlo todo, el 28 de julio demostró que Venezuela es sanable. El pueblo venezolano, con su voto, dejó claro su deseo de un cambio profundo y su rechazo a la corrupción y la represión. Como bien lo expresó el obispo, Venezuela aún puede salvarse. Sin embargo, la resistencia de estas miasmas a abandonar el poder deja un rastro de víctimas: los asesinatos de Edwin Santos, Fernando Albán y Acosta Arévalo son solo ejemplos de los incontables crímenes y abusos que el régimen ha cometido en su intento por sofocar el deseo de libertad y justicia.
Desde Vierne5, alzamos nuestra voz para exigir justicia para quienes han sido víctimas de este régimen. Son millones los venezolanos que han sufrido y que hoy claman por una reparación. La sanación de Venezuela requiere el fin de la impunidad y la expulsión de estas “miasmas” que tanto daño han hecho. Saab, Amoroso y todos los que representan este sistema de corrupción y represión deben rendir cuentas. Solo así podremos empezar a construir un futuro de libertad y justicia para todos.
Que la resistencia de estas miasmas no apague la esperanza de un país que sigue luchando por su sanación. Venezuela merece un futuro limpio y justo. ¡Basta ya!
Vierne5./ La Voz del Lector.