Aire fresco puede reducir el riesgo de contagio del virus

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Para un médico, la sola idea de que la gente mantenga las ventanas cerradas «hace que su cabeza explote de ira».

Por su parte, un destacado ingeniero dice que avergüenza a su familia en los restaurantes cuando trata de que entre aire fresco. Ambos son parte de un creciente grupo de expertos preocupados por cómo el coronavirus puede acumularse en habitaciones mal ventiladas.

Su mensaje es que las autoridades deben enfatizar la importancia del aire exterior. Según el médico Eilir Hughes, que dirige un centro de salud en el norte de Gales, el eslogan del gobierno de Reino Unido «manos, espacio, cara» no tiene suficiente alcance.

Hughes dice que reemplazar el aire viciado en una habitación con aire fresco del exterior puede reducir enormemente las posibilidades de que las personas se infecten.

Al comienzo de la pandemia, las autoridades se centraron en lo que se suponía eran las vías de infección más probables.

Una es el riesgo de tocar una superficie contaminada, de ahí la recomendación de lavarse las manos frecuentemente.La otra es recibir gotas que se producen cuando alguien cercano tose o estornuda, lo que llevó a la regla de los dos metros de distanciamiento social y el uso de mascarillas.

Pero la posibilidad de una tercera vía de transmisión, a través de pequeñas partículas de virus conocidas como aerosoles que permanecen en el aire, ahora también se acepta ampliamente.

Esta vía de contagio fue reconocida por asesores del gobierno de Reino Unido a principios de este año y, luego, por la Organización Mundial de la Salud.

Las autoridades estadounidenses incluso han ido más allá, al decir que se cree que la inhalación de gotitas y aerosoles «es la principal vía de propagación del virus».

Ante ese riesgo, el lavado de manos, el distanciamiento social y el uso de máscaras no son garantía de protección.

«Me niego a estar en un lugar que no esté bien ventilado», dice.

Según el doctor Fitzgerald, la investigaciones muestran que un buen suministro de aire fresco para diluir y dispersar el virus puede reducir el riesgo de infección entre un 70% y 80%.

Fitzgerald apoya los mensajes sobre el lavado de manos, el distanciamiento social y cubrirse la cara, pero dice que el aire fresco «siempre es el cuarto en la lista o, a menudo, no existe».

LAS VACUNAS Y LA REALIDAD:

El proceso normal para hacer una vacuna es de entre 10 y 15 años. No se puede esperar tener una perfecta en menos un año y que nos permita volver automáticamente a nuestra vida anterior.

Por ejemplo, el acortamiento que estamos viendo de la fase de investigación preclínica en la que se estudia la vacuna en cultivos celulares y en animales es algo inusual y un reflejo de la urgencia por dar con la vacuna.

En 1984, cuando se identificó el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) como el responsable de la pandemia de sida, la secretaría de salud y servicios humanos de Estados Unidos declaró que la vacuna estaría disponible en un plazo de 2 años. Hoy, 36 años después, todavía no hay vacuna.

Sin embargo, siempre es mejor tener una vacuna que funciona parcialmente que no tener ninguna.

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