Vierne5./ Editorial.
Un cargamento que navega con impunidad bajo la mirada de un régimen militarizado revela la verdadera cara del poder en Venezuela
En un país en el que la vigilancia y el control militar se extienden a cada esquina y cada dispositivo móvil, tres toneladas de cocaína han trazado su ruta con una sospechosa facilidad hasta el aeropuerto de Maiquetía.
Este hecho no solo es una anomalía dentro de un Estado que se jacta de su seguridad y orden, sino que, más preocupantemente, señala la profundidad de la corrupción y la colusión que plagan las estructuras de poder en Venezuela.
La reciente incautación de este alijo no es un triunfo para la justicia; es una ventana a la operación descarada del Cartel de los Soles, cuyos tentáculos, según denuncias, se extienden desde las sombras del poder militar hasta los más altos niveles del gobierno venezolano. La ironía de este cargamento, navegando sin impedimentos a través de un país erizado de controles militares, es un golpe brutal a la ya maltrecha credibilidad del régimen.
Los venezolanos, sometidos a revisiones exhaustivas por parte de las fuerzas de seguridad que controlan desde sus comunicaciones hasta sus movimientos, deben preguntarse cómo es posible que semejante cantidad de narcóticos cruce fronteras internas sin ser detectada. La respuesta es una que muchos sospechan pero pocos pueden probar: la complicidad y corrupción enraizadas en el gobierno de Maduro.
Este episodio también debe servir como un claro recordatorio para la comunidad internacional sobre la naturaleza del régimen venezolano. No se trata solo de un gobierno autoritario en términos políticos, sino de una entidad que presuntamente facilita y se beneficia del tráfico de drogas, perpetrando un narcotráfico estatal que compromete cualquier esfuerzo de estabilización y paz en la región.
Mientras el mundo observa y muchos países continúan negociando con este régimen bajo la apariencia de diplomacia, las tres toneladas de cocaína representan una evidencia material de la hipocresía y los peligros que representa seguir legitimando a un gobierno tan intrínsecamente vinculado al crimen organizado internacional.
Es hora de que los venezolanos y la comunidad global reconozcan y respondan a esta realidad no solo con condenas verbales, sino con acciones concretas que busquen desmantelar estas redes de corrupción y criminalidad, restaurando la dignidad y la justicia en un país que ha sufrido demasiado bajo el yugo de un narcoestado.
Victor Julio Escalona
Editor.