Las que habían puesto en stand by sus operaciones; vale decir, suspendidas sus actividades, anunciaron que en definitiva se marchan de territorio ruso a causa de la indignación por la brutal invasión rusa de Ucrania, hoy extendida en mayores dimensiones.
Esto ha llevado a las empresas extranjeras, entre ellas las estadounidenses, a replantearse definitivamente su relación comercial con ese país, y ahora más, por el acrecentamiento de los ataques rusos contra el territorio invadido y la amenaza de usar armas nucleares.
En la semana posterior al inicio del ataque de Rusia, varias empresas occidentales habían anunciado planes de irse de ese país, mientras que muchas otras dijeron que estaban revisando sus relaciones comerciales y sus negocios allí.
El éxodo se produce porque las sanciones occidentales apuntan a los bancos rusos y al acceso del país al sistema de pago internacional SWIFT, lo que provocó enormes pérdidas para el rublo, que alcanzó mínimos históricos.
En respuesta Rusia anunció una prohibición temporal a los inversores extranjeros de vender activos rusos. «En la actual situación de sanciones, los empresarios extranjeros se ven obligados a dejarse guiar, no por factores económicos, sino a tomar decisiones bajo presión política”, dijo el primer ministro de Rusia, Mijaíl Mishustin.
El sector de la energía es, con mucho, el más grande de Rusia, y los anuncios más importantes hasta ahora están referidos a él.
Como ejemplo, BP, la mayor petrolera del Reino Unido, anunció que abandonaría su participación del 19,75 por ciento en Rosneft, el gigante energético estatal ruso. Esa participación convierte a BP en el mayor inversionista extranjero en Rusia, y deshacerse de ella resulta en una cancelación de 25 mil millones de dólares.
Shell también confirmó que abandonaría Rusia definitivamente.
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