Frente a un pueblo decidido y un opositor respetuoso, las estridencias de un régimen agotado presagian su inevitable caída
En Venezuela, la figura del autoproclamado presidente Nicolás Maduro continúa su espiral descendente, marcada por ataques vulgares y descalificaciones contra figuras clave de la oposición, incluyendo al respetado Edmundo González. La falta de decoro y el lenguaje ofensivo de Maduro no solo agravian a los líderes políticos mencionados, sino que insultan la dignidad de todos los venezolanos. Estas acciones no son más que el patético estertor de un régimen que se sabe perdido.
Cada palabra irrespetuosa de Maduro se convierte en un eco de su desesperación, revelando su verdadera naturaleza: un títere manejado por fuerzas militares que sostienen esta narco-dictadura. Frente a esto, surge una pregunta ineludible: ¿Qué podemos hacer cuando presenciamos el canto del cisne de un régimen?
Es claro que la historia venezolana nos enseña que los golpes de estado no los da el pueblo, sino los militares. Pero ¿qué opciones quedan cuando las manifestaciones pacíficas son reprimidas con brutalidad militar? ¿Cómo enfrentar a un adversario armado cuando el arsenal del pueblo son solo piedras y convicciones?
La respuesta parece residir en una movilización sin precedentes: una rebelión total, una resistencia que no puede retroceder. Ante el último canto del cisne de Maduro, Venezuela no debe desfallecer. Debe estar lista para una transformación radical que emerja al final de esta oscura melodía, preparada para reconstruir una nación donde la libertad no sea solo un sueño postergado.
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