Vierne5./ la Voz del Lector
Agravando la desconexión global, el régimen de Maduro castiga a sus ciudadanos limitando severamente la conectividad y los derechos básicos post-28-J»
En una estrategia autodestructiva que parece superar todos los límites de la razón, el presidente Nicolás Maduro ha decidido aislar aún más a Venezuela del escenario global. Siguiendo la derrota aplastante del 28 de julio, Maduro no solo ha incrementado la represión interna, sino que también ha impuesto medidas draconianas para cortar literalmente a Venezuela del mundo exterior.
Desde el controvertido recuento de los votos hasta la implementación de políticas que restringen severamente la movilidad de los ciudadanos, Maduro se ha encerrado en una fortaleza de autodefensa política. Recientemente, el régimen ha reducido un 54% la conectividad aérea internacional, un movimiento que no solo impacta a los que buscan salir del país en busca de mejores oportunidades, sino también a aquellos que desean volver.
Además, en una medida sin precedentes que ha suscitado un aluvión de críticas tanto a nivel nacional como internacional, el régimen ha prohibido la entrada a Venezuela a aquellos ciudadanos con pasaportes vencidos, a menos que obtengan un documento de viaje especial en un consulado, lo cual es a menudo un proceso engorroso y costoso.
La política, que parece diseñada para castigar a los millones de venezolanos que han emigrado, ignora olímpicamente el artículo 50 de la Constitución de Venezuela, que asegura el derecho de todo ciudadano a entrar al país sin necesidad de autorización alguna. Este acto subraya una vez más cómo el régimen de Maduro no solo se enfrenta a sus adversarios políticos, sino también a su propia población, tratando de controlar y restringir cada aspecto de la vida venezolana.
Mientras Maduro se encierra en su torre de control autoritario, el mundo no permanece indiferente. Organismos internacionales y gobiernos extranjeros han expresado su consternación y han llamado a una solución que respete los derechos fundamentales y la voluntad del pueblo venezolano expresada en las urnas. Maduro, sin embargo, parece decidido a continuar su curso de autoaislamiento, creyendo erróneamente que puede gobernar un país en ruinas como si fuera una isla desierta. Pero Venezuela no es Cuba, y las olas de descontento y desesperación que recorren el país son prueba de que ni la represión ni el aislamiento podrán sostener un régimen que se ha vuelto completamente insostenible.
Vierne5./ La Voz del Lector