2010-2020 Por quien doblan las izquierdas…

Vierne5./

De acuerdo a las investigaciones publicadas por el analista Diego Sequera, la década 2010-2020 atestiguó movimientos profundos y cambios de coordenadas de todo tipo a escala global. Se inició con las sintéticas primaveras árabes y cerró con el brutal golpe en Bolivia (también la década siguiente comenzó con el asesinato de Qassem Soleimani y Abu Mahdi al Mohandis, pero no nos enredemos más que estamos a un paso de hablar del covid).

El ciclo de las primaveras arrimó a un sector cada vez más postmo de la izquierda a sintonizar con la aparente energía del momento y establecer patrones globalizados que entrañaban valores universales para justificar, directa e indirectamente, situaciones nacionalicidas (Siria y Libia, por ejemplo), lo que produjo una suerte de cisma más o menos inconfesado, pero que indefectiblemente ha seguido su curso. En ese proceso de jalonamiento, nuevas líneas divisorias entraron en la discusión, pero el movimiento tectónico todavía no ofrecía su escala completa.

Ese momento de cambio, y de salto traumático, en clave venezolana, vino con la muerte del comandante Chávez en marzo de 2013. Su partida, el salto de una presencia constante a una ausencia persistente, modificó dramáticamente un panorama que lo había tenido como centro de una forma o de otra.

A partir de entonces, un vasto rosario de recursos de la guerra no convencional y las revoluciones de colores, junto a maniobras diplomáticas y también financieras, en fin, guerra híbrida, condicionó no sólo el modo de contar y procesar lo que vivíamos, primero sin dejarse ver del todo, ahora a capa descubierta, con el acecho de facto y de jure de la presión desde el Capitolio y la Casa Blanca.

Se produjo un vacío, vimos al abismo y nos devolvió la mirada. Acababa de morir el punto de gravitación del mundo histórico al que nos habíamos acostumbrado. Por lo tanto, lo que teníamos en frente, necesitaba someter a prueba precisamente los constructos ideológicos e intelectuales que habíamos acumulado, y el resultado fue una bifurcación en el camino, tanto en el modo de representar como de interpretar lo que ocurría. El curso de la historia volvió a ser opaco. 

De esa encrucijada algunos se volcaron a defender no sólo el proyecto sino la continuidad y existencia misma de un estado completamente bajo asedio o por el contrario encontrar una incompatibilidad entre lo que se creía y lo que parecía haber en ese momento, fijando un lugar aparte en el ciclo político-histórico que significó la llegada de Nicolás a la presidencia. A trazo grueso ahí nace en el plano intelectual y de opinión lo que a veces se autodenominó el chavismo crítico o descontento, mientras que de este lado quedaba la etiqueta de oficialismo, la quisiéramos o no.

Mientras tanto, una guerra que al principio no se entendía bien seguía arreciando. Y ahí la decisión consistió en o bien traducir las claves y fenómenos del momento para efectivamente comprenderlo y defendernos o recurrir de nuevo a la seguridad de las claves propias para concluir que el desfase entre el actual momento del chavismo y “el proyecto” era cada vez mayor y por lo tanto su momento para volver a “brillar” sería otro.

Conforme avanzaba el deterioro, los propios errores o torpezas del gobierno (en un ecosistema cada vez más complicado) y desde afuera se apretaban las tuercas, la narrativa del malestar cobró más tracción. Pero todavía el sector “crítico” significaba algo con menos forma para ese momento, y con el tiempo, según la agenda o las creencias, cobró barrios rumbos: ahí tenemos el periplo de Nicmer Evans de chavismo crítico a estar en este momento detrás de la ambulancia en los medios opositores sin cortapisas. O, para citar un caso más extremo, Clíver Alcalá comenzó en el chavismo crítico, se incorporó a la llamada Plataforma en Defensa de la Constitución (que se retrató con Juan Guaidó, críticamente) para luego encabezar el sonado intento de desembarco, alzamiento y golpe que hoy en día conocemos. Ahora la plataforma se rebautizó y se llama Plataforma Crítica en Defensa de la Constitución.

Por supuesto que estos dos ejemplos infelices no son medida de todo, pero se trataron de dos movimientos que alcanzaron su apogeo en 2017, el año de mayor violencia callejera, que vino además acompañada de un número de defecciones, las sanciones a PDVSA y el cerco internacional que alcanzaba otro nivel. En todo este tiempo ocurría que mucho de ese ejercicio crítico terminaba comulgando de una manera u otra con el discurso mainstream en general, en algunos casos llegando incluso a hacerle la suplencia.

Pero, además, algo ocurrió en simultáneo: la izquierda latinoamericana abandonó a Venezuela en un momento de alta complejidad, poco complaciente en materia de fijeza ideológica, y por sobre todas las cosas, siendo una guerra, una profunda situación de mierda.

La que nos impusieron, no la que escogimos. La desvenezolanización en ciertos foros claves de ámbitos del pensamiento latinoamericano, en su gran mayoría dentro de la órbita de las ciencias sociales, comenzó a hacerse patente rápidamente. A tal punto que en el momento más violento del intento de golpe híbrido de 2017 llegaron a emitir varios comunicados contra el gobierno de Nicolás Maduro en base a la pulcritud de ciertos preceptos ideológicos, algo que también ocurrió en plena instalación del gobierno paralelo de Juan Guaidó en 2019. Mordieron la esponja. 

Hoy en día, luego del descalabro de la ola progresista regional, mientras Venezuela no es derrocada, muchos en ese plano siguen omitiendo la existencia del país y hacen caso omiso de la antiespectacular pero épica resistencia del país y del estado por preservar en donde se puede y a pesar de tanto en contra un mínimo de normalidad (hola, Alberto Fernández). Como ya no tiene los componentes narrativos sexy de la época del Comandante, sólo quedan los errores y la noción, para algunos, de que esto o no existe o se perdió. Pero “esto” no habla de la realidad, sino de cómo la izquierda se ve a sí misma. Algo parecido pudiera decirse respecto a Nicaragua.

“Estamos en presencia de una transformación en las formas de pensar y entender la política” dice Ociel López. “La izquierda se encuentra en aprietos porque las demandas tradicionales están siendo ahogadas por la coyuntura” también dijo, pero no autorretratomente, sino refiriéndose a lo que ocurre hoy en día en Estados Unidos. Lo que nos lleva a tocar de nuevo el desde dónde se habla, ya que es una falacia que el lugar de enunciación es uno neutro, y más en política. Y por qué esa premisa no es válida entonces para el caso Venezuela.

Total Page Visits: 610 - Today Page Visits: 1

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

El COVID-19 deteriora a la salud mental

Dom Oct 18 , 2020
Vierne5./ “Los pronósticos son inciertos; la escasez severa de recursos que se avecinan para las pruebas diagnósticas, el tratamiento y los mecanismos para proteger a los encargados de la respuesta y provisión de […]
Trastornos depresivos

Más artículos